Subirte a una bicicleta es una de las aventuras más emocionantes que puedes experimentar. Date una vuelta con nosotros y verás a dónde puedes ir.

1. Patagonia Argentina y Chilena
Un inmenso cielo azul, una zona donde no parece vivir nadie, una soledad infinita que sobrecoge el alma, así es la Patagonia, el extremo sur de las Américas, una de las zonas más deshabitadas del mundo, un encanto especial para unas tierras donde se siente la infinidad de lo absoluto. La Patagonia está surcada por carreteras, asfaltadas o no, y de vez en cuando aparece aquí y allá, una gran ciudad como San Carlos de Bariloche. Las distancias han ido acortándose con el paso de los siglos pero, no hay que engañarse, 2.700 kilómetros separan la ciudad de Bariloche de Ushuaia. Un gran reto que puede alcanzarse sobre dos ruedas en 30 días. El Parque Nacional de los Glaciares, el solitario desierto patagónico o el Parque Nacional de Corcovado en Chile son algunos de los excelentes paisajes que no debemos dejar de fotografiar.
2. Islandia
Lo tenemos claro. Si tu destino este verano es Islandia, debes embarcarte en la aventura de realizar en bici los 1.500 kilómetros que cubre la ruta Ring Road en 16 días. Puedes partir de la capital, Reykjavik, pero desde la periferia, rumbo a las cascadas de Skógafoss y Svartifoss, en el interior del Parque Nacional de Skaftafell. Más de 120 kilómetros os llevará a aparecer delante de la laguna de Jökulsárlón, a la que llega el agua del deshielo del glaciar más grande de Europa, Vatnajökull. Los 80 kilómetros que separan la zona de Raudaberg y de Stafafell, transcurren por unas vías estrechas por la erosión del mar. Igual de desgastado, o más, está el camino hasta Djúpivogur. Podemos descansar durante un día en este pueblecito antes de afrontar el puerto de montaña de Öxi. Cuando se llega a Egilsstaðir existe la opción de desviarse de la vía principal e ir hasta los volcanes que surgieron hace apenas 20 años. Pasado el paraíso de los geólogos, las etapas se endurecen y se suceden varios puertos (Akureyri, Varmahlíð) hasta alcanzar el desierto de lava que se extiende entre los glaciares de Langjökull y Hofsjökull, Geyser y la cascada de Gullfoss, algunos de sus paisajes más espectaculares.

3. Escocia
Te llevarás una gran sorpresa al conocer Escocia. Montarse en una bici y atravesar la bella región de Perthshie, dominada por las gigantescas cordilleras de Trossachs y Grampian, y salpicada de cañadas y lagos de aguas cristalinas es una experiencia inolvidable. De Callendar sale la ruta que va por las tierras próximas al lago Venachar. Entre 40 y 60 kilómetros se tarda en recorrer la siguiente etapa que va desde Callendar hasta el castillo del antiguo pueblo de Doune. Por el norte, podemos pedalear por la orilla del lago Lubnaig y subir por unas suaves colinas Glen Ogle que nos llevarán a la localidad de Killin. En los 40 kilómetros, aproximadamente, que hay entre Killin y Aberfeldy, nos vamos a encontrar con impresionantes lagos y el castillo de Menzies. La última etapa puede ser de 20 o 50 kilómetros. Los dos caminos, eso sí, empiezan en una destilería de whisky.
4. Alemania
Después de haber pasado por estrechos caminos sin asfaltar o duros puertos de montaña, os presentamos esta ruta de apenas 175 kilómetros que trascurre por un cómodo carril bici, accesible para todo tipo de aficionados a este deporte. Cuatro etapas son las que se necesitan para ir de Schweich a Coblenza pegado al río Mosela. Del punto de partida, Schweich, sale el primer tramo que pasa por diferentes poblaciones ligadas al vino blanco, y acaba en Bernkastel-Kues, un pueblecito con más de dos mil años de historia que conserva de la Edad Media coloridas casas de madera y el castillo de Landshut. En la segunda etapa se suceden extensos campos de vides con frondosos bosques. Asombrosamente la ruta desemboca en esta localidad Traben-Trarbach, en la que los adinerados bodegueros mandaron erigir edificios Art Déco. La tercera etapa llega al viñedo más escarpado del mundo: Bremm. Antes de acceder a este punto los viñedos cobran todo el protagonismo y ganan terreno a los densos paisajes naturales. Cochem es el último punto de esta dura jornada en bici. El trayecto del cuarto día pasa por pintorescos pueblos coronados por fortalezas medievales y acaba, como el río Mosela, en Coblenza.
5. Brujas, Bélgica
Primero, antes de aventurarnos a planificar la ruta perfecta por la ciudad de los canales, debemos apuntarnos los sitios dónde podemos alquilar una bici. El más conocido, es el que está en la Estación del ferrocarril, ya que de este punto sale la ruta que muestra el casco viejo de Brujas. Alquilada la bici, debemos tomar el camino dirección a Buiten Begijneves que nos llevará, primero, a las puertas de Gentpoort y Kniispoort, y, después, a la de Dampoort, desde la que se puede observar cómo se abren las compuertas del canal y cómo se erige el punte levadizo. En este punto, sale otro carril de unos siete kilómetros que aleja a los cicloturistas de la ciudad de Brujas con dirección al pueblecito de Damme. De vuelta hay que coger los caminos que llevan de Fort Lapin hasta Komvest y que concluyen en las otras puertas de entrada a la ciudad: Ezelpoort y Smedenpoort.

6. Nueva York, Estados Unidos
Hasta hace unos años hablar de bicicletas, era hablar de Ámsterdam. Pues, era y es, de momento, la ciudad con más carriles bici del mundo, una lista a la que se quiere unir la ciudad de Nueva York en la que se van a poner a rodar 7.000 bicicletas. Poco a poco las bicicletas se van haciendo un hueco en las grandes avenidas neoyorquinas. El Bajo Manhattan es uno de los lugares más concurridos por los aficionados a las dos ruedas. Por eso, proponemos comenzar en Battery Park, del que sale un carril discontinuo por el que pueden ir corredores y ciclistas. Subiendo hacia el Medio Manhattan aparecen a nuestro paso las torres de Richard Meier, el nuevo edificio de oficinas de Frank Ghery y los muelles del Chelsea. A la altura de la calle 59 desaparece el carril bici y vuelve a ser transitable en Central Park, el pulmón de la Gran Manzana. Así podremos llegar a sus rincones más desconocidos y a la vez fotografiados como el Poet´s Walk, un entrañable sendero flanqueado por enormes robles, y el puente Bow Bridge, de los primeros que se erigieron en la ciudad de Nueva York.
7. Camino de Santiago
Diferentes rutas vienen desde Europa, y desde distintos puntos de España, para llegar a la tumba del santo. Los caminos favoritos por los cicloturistas para llegar a Santiago son el Francés y el Portugués. El primero entra en España por Roncesvalles (Navarra) y Puerto de Somport (Huesca) para luego unirse y pasar por importantes ciudades como Logroño, Burgos o León, hasta llegar a la ciudad compostelana por O Cebreiro. El segundo itinerario más seguido, parte desde Tui, justo en la frontera con España y realiza paradas en O Porriño, Pontevedra o Padrón, todos ellos en Galicia. Otra posibilidad es hacer el Camino Inglés, que comienza en los puertos de A Coruña y Ferrol, donde los barcos dejaban a los peregrinos que procedían de Reino Unido y los países escandinavos. De todos los itinerarios jacobeos que cruzan la Península, los mejores para pedalear son el Camino del Norte, que atraviesa de costa a costa las zonas bañadas por el Cantábrico, y el Camino Primitivo que sale de Oviedo y que al parecer fue el que realizaron los primeros peregrinos.
8. Valle del Loira, Francia
Entre diez y doce jornadas se pueden ir en realizar un viaje por los senderos con poco tráfico, eso sí, muy bien señalizados, del Loira. Nacido en el macizo montañoso de Cevenas, al sureste de Francia, el último río salvaje de Francia, el Loira, de 1.006 kilómetros de longitud, parece un río sumamente tranquilo, que fluye por la llana y verde campiña francesa, tierra de castillos, de las flores y, sobre todo, de artistas. Pero no es de lo único que puede presumir esta hermosa región francesa, por la que se desprenden los olores del pan recién hecho, de las láminas de foie aderezadas con vinagre de Orleáns o de las tostas de queso de cabra. Sus cálidos amaneceres envuelven a sus castillos renacentistas en un halo de misterio inaudito, que unido a sus historias y episodios vividos en ellos por la antigua monarquía francesa los han convertido en el auténtico tesoro del jardín de Francia. Prueba de ello es el majestuoso castillo de Chambord, una fortaleza del siglo XVI, erigida con seis torres, 440 habitaciones y 84 escaleras, una de ellas diseñada en forma de hélice por Leonardo da Vinci. Pero también de una grandeza sin igual son el castillo de Chenonceaux o la zona vinícola de Saumur.

1. Patagonia Argentina y Chilena
Un inmenso cielo azul, una zona donde no parece vivir nadie, una soledad infinita que sobrecoge el alma, así es la Patagonia, el extremo sur de las Américas, una de las zonas más deshabitadas del mundo, un encanto especial para unas tierras donde se siente la infinidad de lo absoluto. La Patagonia está surcada por carreteras, asfaltadas o no, y de vez en cuando aparece aquí y allá, una gran ciudad como San Carlos de Bariloche. Las distancias han ido acortándose con el paso de los siglos pero, no hay que engañarse, 2.700 kilómetros separan la ciudad de Bariloche de Ushuaia. Un gran reto que puede alcanzarse sobre dos ruedas en 30 días. El Parque Nacional de los Glaciares, el solitario desierto patagónico o el Parque Nacional de Corcovado en Chile son algunos de los excelentes paisajes que no debemos dejar de fotografiar.
2. Islandia
Lo tenemos claro. Si tu destino este verano es Islandia, debes embarcarte en la aventura de realizar en bici los 1.500 kilómetros que cubre la ruta Ring Road en 16 días. Puedes partir de la capital, Reykjavik, pero desde la periferia, rumbo a las cascadas de Skógafoss y Svartifoss, en el interior del Parque Nacional de Skaftafell. Más de 120 kilómetros os llevará a aparecer delante de la laguna de Jökulsárlón, a la que llega el agua del deshielo del glaciar más grande de Europa, Vatnajökull. Los 80 kilómetros que separan la zona de Raudaberg y de Stafafell, transcurren por unas vías estrechas por la erosión del mar. Igual de desgastado, o más, está el camino hasta Djúpivogur. Podemos descansar durante un día en este pueblecito antes de afrontar el puerto de montaña de Öxi. Cuando se llega a Egilsstaðir existe la opción de desviarse de la vía principal e ir hasta los volcanes que surgieron hace apenas 20 años. Pasado el paraíso de los geólogos, las etapas se endurecen y se suceden varios puertos (Akureyri, Varmahlíð) hasta alcanzar el desierto de lava que se extiende entre los glaciares de Langjökull y Hofsjökull, Geyser y la cascada de Gullfoss, algunos de sus paisajes más espectaculares.

3. Escocia
Te llevarás una gran sorpresa al conocer Escocia. Montarse en una bici y atravesar la bella región de Perthshie, dominada por las gigantescas cordilleras de Trossachs y Grampian, y salpicada de cañadas y lagos de aguas cristalinas es una experiencia inolvidable. De Callendar sale la ruta que va por las tierras próximas al lago Venachar. Entre 40 y 60 kilómetros se tarda en recorrer la siguiente etapa que va desde Callendar hasta el castillo del antiguo pueblo de Doune. Por el norte, podemos pedalear por la orilla del lago Lubnaig y subir por unas suaves colinas Glen Ogle que nos llevarán a la localidad de Killin. En los 40 kilómetros, aproximadamente, que hay entre Killin y Aberfeldy, nos vamos a encontrar con impresionantes lagos y el castillo de Menzies. La última etapa puede ser de 20 o 50 kilómetros. Los dos caminos, eso sí, empiezan en una destilería de whisky.
4. Alemania
Después de haber pasado por estrechos caminos sin asfaltar o duros puertos de montaña, os presentamos esta ruta de apenas 175 kilómetros que trascurre por un cómodo carril bici, accesible para todo tipo de aficionados a este deporte. Cuatro etapas son las que se necesitan para ir de Schweich a Coblenza pegado al río Mosela. Del punto de partida, Schweich, sale el primer tramo que pasa por diferentes poblaciones ligadas al vino blanco, y acaba en Bernkastel-Kues, un pueblecito con más de dos mil años de historia que conserva de la Edad Media coloridas casas de madera y el castillo de Landshut. En la segunda etapa se suceden extensos campos de vides con frondosos bosques. Asombrosamente la ruta desemboca en esta localidad Traben-Trarbach, en la que los adinerados bodegueros mandaron erigir edificios Art Déco. La tercera etapa llega al viñedo más escarpado del mundo: Bremm. Antes de acceder a este punto los viñedos cobran todo el protagonismo y ganan terreno a los densos paisajes naturales. Cochem es el último punto de esta dura jornada en bici. El trayecto del cuarto día pasa por pintorescos pueblos coronados por fortalezas medievales y acaba, como el río Mosela, en Coblenza.
5. Brujas, Bélgica
Primero, antes de aventurarnos a planificar la ruta perfecta por la ciudad de los canales, debemos apuntarnos los sitios dónde podemos alquilar una bici. El más conocido, es el que está en la Estación del ferrocarril, ya que de este punto sale la ruta que muestra el casco viejo de Brujas. Alquilada la bici, debemos tomar el camino dirección a Buiten Begijneves que nos llevará, primero, a las puertas de Gentpoort y Kniispoort, y, después, a la de Dampoort, desde la que se puede observar cómo se abren las compuertas del canal y cómo se erige el punte levadizo. En este punto, sale otro carril de unos siete kilómetros que aleja a los cicloturistas de la ciudad de Brujas con dirección al pueblecito de Damme. De vuelta hay que coger los caminos que llevan de Fort Lapin hasta Komvest y que concluyen en las otras puertas de entrada a la ciudad: Ezelpoort y Smedenpoort.

6. Nueva York, Estados Unidos
Hasta hace unos años hablar de bicicletas, era hablar de Ámsterdam. Pues, era y es, de momento, la ciudad con más carriles bici del mundo, una lista a la que se quiere unir la ciudad de Nueva York en la que se van a poner a rodar 7.000 bicicletas. Poco a poco las bicicletas se van haciendo un hueco en las grandes avenidas neoyorquinas. El Bajo Manhattan es uno de los lugares más concurridos por los aficionados a las dos ruedas. Por eso, proponemos comenzar en Battery Park, del que sale un carril discontinuo por el que pueden ir corredores y ciclistas. Subiendo hacia el Medio Manhattan aparecen a nuestro paso las torres de Richard Meier, el nuevo edificio de oficinas de Frank Ghery y los muelles del Chelsea. A la altura de la calle 59 desaparece el carril bici y vuelve a ser transitable en Central Park, el pulmón de la Gran Manzana. Así podremos llegar a sus rincones más desconocidos y a la vez fotografiados como el Poet´s Walk, un entrañable sendero flanqueado por enormes robles, y el puente Bow Bridge, de los primeros que se erigieron en la ciudad de Nueva York.
7. Camino de Santiago
Diferentes rutas vienen desde Europa, y desde distintos puntos de España, para llegar a la tumba del santo. Los caminos favoritos por los cicloturistas para llegar a Santiago son el Francés y el Portugués. El primero entra en España por Roncesvalles (Navarra) y Puerto de Somport (Huesca) para luego unirse y pasar por importantes ciudades como Logroño, Burgos o León, hasta llegar a la ciudad compostelana por O Cebreiro. El segundo itinerario más seguido, parte desde Tui, justo en la frontera con España y realiza paradas en O Porriño, Pontevedra o Padrón, todos ellos en Galicia. Otra posibilidad es hacer el Camino Inglés, que comienza en los puertos de A Coruña y Ferrol, donde los barcos dejaban a los peregrinos que procedían de Reino Unido y los países escandinavos. De todos los itinerarios jacobeos que cruzan la Península, los mejores para pedalear son el Camino del Norte, que atraviesa de costa a costa las zonas bañadas por el Cantábrico, y el Camino Primitivo que sale de Oviedo y que al parecer fue el que realizaron los primeros peregrinos.
8. Valle del Loira, Francia
Entre diez y doce jornadas se pueden ir en realizar un viaje por los senderos con poco tráfico, eso sí, muy bien señalizados, del Loira. Nacido en el macizo montañoso de Cevenas, al sureste de Francia, el último río salvaje de Francia, el Loira, de 1.006 kilómetros de longitud, parece un río sumamente tranquilo, que fluye por la llana y verde campiña francesa, tierra de castillos, de las flores y, sobre todo, de artistas. Pero no es de lo único que puede presumir esta hermosa región francesa, por la que se desprenden los olores del pan recién hecho, de las láminas de foie aderezadas con vinagre de Orleáns o de las tostas de queso de cabra. Sus cálidos amaneceres envuelven a sus castillos renacentistas en un halo de misterio inaudito, que unido a sus historias y episodios vividos en ellos por la antigua monarquía francesa los han convertido en el auténtico tesoro del jardín de Francia. Prueba de ello es el majestuoso castillo de Chambord, una fortaleza del siglo XVI, erigida con seis torres, 440 habitaciones y 84 escaleras, una de ellas diseñada en forma de hélice por Leonardo da Vinci. Pero también de una grandeza sin igual son el castillo de Chenonceaux o la zona vinícola de Saumur.