De la caótica y superpoblada Nueva Delhi al retiro espiritual tan propio del Himalaya. Te damos algunas pistas para descubrir las esencias de la India.
Tratándose de una de las civilizaciones más antiguas del mundo resulta complicado encontrar en todo el planeta un mosaico cultural y una diversidad étnica tan grande como la que caracteriza al país asiático, más difícil aún compilarlo en unas pocas líneas. Tendrás la impresión de que tus cinco sentidos se quedan cortos para absorber toda esta mezcla de colores, sabores y contrastes, aunque la India afectará especialmente a tu sentido de la vista: una vez que la conozcas, verás al resto del mundo con otros ojos.
Primer mandamiento: te perderás en sus ciudades
Y nunca mejor dicho porque su capital, Nueva Delhi, es una metrópoli laberíntica y una de las ciudades más pobladas del mundo, con casi 17 millones de habitantes. Eso sin contar a los residentes más peculiares, los monos y las vacas que campan a sus anchas por las calles. Desde el Fuerte Rojo a la tumba de Humayun (que inspiró el Taj Mahal), pasando por la mezquita Jama Masjid o el Templo del Loto.
Otra opción es que viajes a Benarés (también conocida como Varanasi), una de las ciudades más antiguas del mundo, y te sumerjas por completo en su cultura, y también, si te atreves, en su río sagrado, el Ganges. Decimos si te atreves porque aunque 60.000 personas se bañan en él a diario, comparten agua con la ceniza de los difuntos que son incinerados en las orillas del río, al que puedes acceder a través de sus conocidos ‘ghats’, las escaleras que reúnen a los fieles a diario, y recorrerlo contratando un paseo en un barquito de remo. No visitar Benarés es un sacrilegio, pero perderse Agra sería un auténtico delito, porque es aquí donde se encuentra una de las siete maravillas del mundo: el Taj Mahal. Visitar esta imponente obra es imprescindible, pero contemplarla a la vez que disfrutas de una buena cena en el hotel Oberoi Amarvilas es el broche perfecto.
Segundo mandamiento: venerarás a todos sus dioses
Aquí la espiritualidad no escasea y se muestra gloriosa en forma de templos. Entre ellos se encuentra Chand Baori, en Abhaneri. Se trata de uno de los ‘baori’ (pozos para almacenar agua y lugar de culto religioso) más profundos de la India, además de uno de los más famosos. Aunque es conocido como ‘el templo de los mil escalones’, en realidad son 3500 peldaños los que lo componen. ¿La finalidad de esta escalera infinita? Que quien pierda o tire una moneda al pozo, no pueda recuperarla, porque para hacerlo hay que bajar nada menos que 13 pisos de escalones empinados. Tampoco puede faltar en tu recorrido contemplativo el Sri Ranganathaswamy, en la ciudad de Tiruchirappalli. Si pronunciar su nombre es casi imposible, verlo por completo de una pasada es inviable. Y es que, con sus tres kilómetros cuadrados, es el complejo religioso hindú en funcionamiento más grande del mundo después de Angkor Wat, situado en Camboya.

Tercer mandamiento: te sumarás a sus fiestas multicolor
En la India reciben la primavera vistiéndola de color en el festival Holi. Cualquier forma es válida para arrojar el polvo de colores (‘gulal’) que caracteriza al festival: a mano, con pistolas de agua o con globos, la cuestión es pintar las calles y a los intrépidos participantes de esta multitudinaria fiesta, cuyas raíces los encontramos en una leyenda hindú: el dios Krishna, de origen humilde, fue la primera deidad de las clases bajas y con el Holi pretendió borrar las diferencias sociales entre ricos y pobres.
Pero no en todas las fiestas se borran las diferencias. En otras, como la regata de las barcas-serpiente de Kerala, se culmina con ganadores. Se trata de un carnaval de color por el agua donde las embarcaciones ‘chundanvallam’ (góndolas de 40 metros de largo) son exhibidas en una competición deportiva que despierta pasión entre los lugareños.
Cuarto mandamiento: te chuparás los dedos
Aunque sea de mala educación, no lo podrás evitar, sobre todo porque aquí tu tenedor no tiene cuatro puntas, sino cinco dedos, concretamente los de tu mano. Esta es la primera condición para saborear realmente la India. La segunda, tener un estómago a prueba de bombas, ya que aquí las especias se usan a discreción. Si no te importa sufrir los sofocos del picante y las especias, seguramente lo primero que busques sea el mejor curry de la región. Pues no lo intentes que no lo vas a encontrar, al menos con ese nombre (que es un término occidental), porque en realidad se llama ‘masala’. Una buena opción para probarla es sentarte en el Karim’s de Nueva Delhi a disfrutar de su plato estrella: el ‘tandoori chicken’, una receta de pollo marinado con yogur, ‘masala’ y ajo que le ha otorgado la fama de ser el mejor restaurante de la India.

Quinto mandamiento: encontrarás la paz física y mental
Y para ello te inspirarás en los yoguis. Ni posesiones, ni atracones de comida, ni tan siquiera lazos familiares. Estos monjes sagrados (también llamados ‘shadus’) renuncian a todo lo terrenal para dedicarse al espiritualismo tratando de alcanzar una realidad más elevada mediante el ascetismo, pasando su vida en el Himalaya, alejados de la civilización y dedicándose a la meditación a través de las posturas del yoga y técnicas de respiración ‘pranayama’. Quizá tú no te puedas recluir en el Himalaya para encontrar la paz espiritual, pero no te apures, en la cuna del yoga hay numerosos tratamientos para sanar mente, cuerpo y espíritu al alcance de tu mano… y de tu bolsillo, porque muchos de ellos funcionan con donaciones.