Las connotaciones de una expresión como es la de “carretera y manta” tiene otro valor cuando viajamos en coche por los Estados Unidos de América.
Allí la carretera nos lleva a lo más profundo de interminables carreteras con moteles aislados y camareras con el galardón de empleadas del mes sirviéndote café mientras un policía que no deja de quitarte el ojo mientras se lleva un donut a la boca. En cierto modo cuando uno tiene la ocasión de recorrer el país de las barras y las estrellas todo se llena de tópicos cuyo único culpable es el cine, que nos ha hecho estar allí mucho antes de que nos subiéramos en el avión para saltar el charco. Hay tal cantidad de roadtrips en Estados Unidos que lo difícil es escoger uno. Hoy, si os subís al asiento del copiloto, iremos a la histórica Filadelfia y a la gran capital Washington antes de perdernos en el tiempo en los campos de Pennsylvania en la que viven los amish que ya vimos en la película “Único testigo”.
Filadelfia, campanas de libertad y Rocky Balboa
Aproximadamente a tres horas desde Nueva York llegamos a la ciudad en la que podemos decir nacieron oficialmente los Estados Unidos de América. En el Independence Hall se firmó la declaración de independencia del país para dejar de ser una colonia británica al otro lado del Atlántico. Las campanas que repicaron aquel 4 de julio de 1776 son parte de la historia de un país relativamente nuevo que al poco de ser libre hizo ver la luz a su Constitución. Todo aquello se puede visitar, incluyendo despachos, tribunales y visionando documentos dentro de un museo al que sólo le faltaba poder departir con el fantasma del primer presidente del país, George Washington.
Filadelfia, por fortuna, aún conserva la arquitectura colonial inglesa en muchas de sus calles, sobre todo si nos trasladamos al barrio viejo, que parece arrastrarnos al Londres del Siglo XVIII con mansiones enladrilladas y edificios institucionales neoclásicos. La Old City es un paseo los albores del país que estamos obligados a hacer (y con gusto) en la ciudad. Especialmente recomendable es dirigirse Elfreth’s Alley, la calle más antigua de los Estados Unidos conservada en la actualidad, puesto que se levantó en 1702. Puertas y contraventanas de colores se enfrentan las unas a las otras en lo que es un callejón estrechísimo y con suficiente encanto como para tratar de no perdérnoslo. Muy cerca queda también la casa de Betsy Ross, donde se cosieron las primeras banderas del país.
Si nos vamos en sentido contrario avanzamos por otra Filadelfia bien diferente, la de las largas avenidas, el tráfico y los centros comerciales. Los edificios de cristal y el clásico cartel de LOVE inmortalizado en millones de ocasiones nos muestran la parte moderna de la ciudad. Pero debemos seguir avanzando para tomar un gran parque rodeado de museos que culmina en el emblemático Museo del Arte de Filadelfia. Este último es conocido por ser el lugar por el que un joven y atlético Sylvester Stallone hace una de las carreras más famosas en la historia del cine, la de Rocky Balboa con esa música de fondo que no se nos quita de la cabeza. Nadie puede evitar estirar los brazos y cerrar los puños imitando la escena de la película cuando el propio Rocky sube por las escaleras hasta el museo dispuesto a partir la pana en su próximo combate. De hecho una estatua del actor con sus guantes de boxeo queda como recuerdo en uno de los costados del museo.
Después no quedará más que seguir sumergiéndonos en las calles de la ciudad con la canción “Streets of Philadelphia” de Bruce Sprinsgteen como banda sonora de nuestro viaje.
Washington, la capital de Estados Unidos… y de los museos
Ni tres horas en coche o autobús separan a Filadelfia de la capital de Estados Unidos, Washington. A orillas del río Potomac en el centro exacto de la Costa Este se creó a propósito esta ciudad que lleva el apellido del primer presidente del país. Fundada en 1790 hoy es una recopilación de símbolos patrios como no hay otra igual en todo el país. Las visitas se centran en torno al National Mall, un megaparque donde sobresale el obelisco homenaje a Washington de casi 170 metros de altura, el mausoleo de Abraham Lincoln, Jefferson o la gran estatua de Luther King, así como los monumentos a los caídos durante a la II Guerra Mundial, Vietnam, Corea y toros conflictos bélicos en los que ha participado el ejército norteamericano.
Es una ciudad realmente tranquila, en la que muchos de sus ciudadanos trabajan para el Estado y los turistas hacen un repaso de los iconos que han formado parte de la historia de este país. Y, como he comentado, alrededor de National Mall hay una larga visita que nos lleva desde el Capitolio hasta la mítica estatua sentada de Lincoln que tantas veces habremos visto en el cine y la televisión. En cierto modo Washington es una especie de deja vù que los viajeros sentimos constantemente. Quién puede afirmar que no hemos estado allí en numerosas ocasiones…
Las visitas alrededor del National Mall son totalmente gratuitas, así como otros grandes atractivos que tiene la ciudad. Mis preferidos son los museos de la Instituación Smithsonian para los que no hay que gastarse un solo dólar. Esa es la condición que puso el filántropo británico James Smithson cuando donó una auténtica fortuna para que se pudiera garantizar “el aumento y difusión del conocimiento entre los hombres” sin coste alguno para ellos. Todo aquello se mantiene y uno puede pasarse los días entre museos fantásticos como el de Historia, el de Ciencia el de Aire y Espacio e incluso los dedicados a los indios americanos o al continente africano.
Por último, además de hacerse la foto en la fachada de la sede del FBI o de los Archivos Nacionales, queda acercarnos al vallado que rodea la Casa Blanca, residencia oficial y despacho del Presidente de los Estados Unidos y su familia. Lamentablemente la vez que pude estar allí no me encontré ni con Obama, ni con Michelle, ni siquiera con el platillo volante de la película Independence Day. Pero uno nunca pierde la esperanza, ¿quién sabe?
El mundo de los amish en las granjas del Condado de Lancaster
Regresamos a Pennsylvania en coche y no tardamos en llegar a Lancaster, la ciudad más importante de un condado bien conocido por ser uno de los lugares en que viven los amish, descendientes de personas llegadas de Europa en los siglos XVII y XVIII y que no han cambiado su ideología conservadora ni sus hábitos en todo este tiempo. Con la religiosidad por bandera esta comunidad se caracteriza por seguir hasta el extremo un lema que dice que “si algo no es estrictamente necesario no tiene por qué hacerse”. Eso supone que la vestimenta o el corte de pelo sigue los patrones de siglos atrás y, más importante aún, una negación del uso de la electricidad o de ciertos avances que han llegado en este tiempo. Ni móviles, ni ordenadores y nada de vehículos a motor.
La imagen más reconocible de los amish cuando se llega al Condado de Lancaster es la aparición repentina de coches de caballos color negro. Por haber, incluso hay carteles de precaución a los automovilistas de cara a extremar precauciones en carreteras en las que los carruajes que creíamos extintos siguen estando vigentes.
Los amish no huyen tampoco de las personas. Su religión no les impide hablar, montar negocios (hay muchos de artesanía con textiles) o hacer una ruta en carro de caballos a personas que quieran conocer más de esta tierra y las tradiciones amish. Cuando uno lo hace se da cuenta realmente de que son personas más normales de lo que indican sus barbas de granjero de la Holanda de 1600. Muy curioso por ejemplo es que cuando los jóvenes cumplen 18 años tienen un año sabático en el que pueden saltarse todas las leyes amish a la torera y vivir una vida “como los demás norteamericanos” y decidir después si deciden regresar con sus tradiciones o abandonar del todo el concepto amish. ¿Y sabéis qué sucede? Que en un 80% de los casos, después de conocer el mundo y las maneras actuales, las personas que vuelven de su año sabático deciden llevar a cabo una vida puramente amish.
La ciudad de Lancaster, hermosa por otra parte y de la que recomiendo su mercado cubierto (en la que los propios amish acuden a vender o comprar productos), es una base excepcional para descubrir el resto del condado. Mi consejo es salirse de las carreteras principales y escoger al azar caminos que no parezcan trillados (si son de un carril, mejor), porque terminaremos conociendo las granjas amish con el estilo de “La casa de la Pradera”, observando escenas rurales de otro tiempo y, quien sabe si descubriendo la gran cantidad de puentes cubiertos de madera que son todo un símbolo de la identidad de estas tierras.
Un poco de paz antes de retornar a la gran ciudad para continuar nuestro viaje y haber conocido un poco de la América profunda sin salirnos de la ruta por el este del país. Estoy convencido que este es uno de esos viajes que debemos probar y sentir alguna vez. Y todavía no he hablado de Nueva York, Boston, Florida, Los Ángeles, San Francisco, Las Vegas, el Gran Cañón o la Ruta 66. ¿Veis? Estados Unidos da para mucho, sobre todo si el concepto de “carretera y manta” nos acompaña.
José Miguel Redondo(Sele)
Es uno de los viajeros y bloggers de viajes más destacados en España. Documentalista, 8 años escribe en su blog donde narra con precisión y pasión sus viajes a más de 80 países. Trabaja además como coordinador de contenidos y editor en Cadena SER Viajes y Los 40 viajes. Es miembro agrupación profesional de bloggers de viajes más importante de nuestro país.
Cuantas noches son recomendables en washington y en lancaster??? Cual merece mas la pena?? Muchas gracias!!
Para visitar Washington normalmente con 3 días / 2 noches es suficiente. Lancaster normalmente es más recomendable hacerlo como una excursión, puedes hacerla por tu cuenta o con visita guiada.
Si el viaje que vas a hacer es únicamente a estos dos destinos te recomendamos ampliar la estancia en Washington y poder realizar alguna otra excursión o directamente ampliar destinos y visitar por ejemplo Filadelfia.
Un saludo
Hola!
Estaba planeando realizar un viaje por la costa este de Estados Unidos, las ciudades que quería visitar son Washington, Philadelphia, Nueva York y las cataratas del Niágara. Lo malo es que son sólo 10 días y me gustaría saber la mejor forma de realizar este viaje, aunque tenga que ir con el tiempo apretado. ¿Alguna recomendación? Gracias
Un saludo!
Hola Nuria
Hay varias maneras de poder realizar este viaje. La primera es coger un circuito cerrado (muchos de ellos ya tienen este recorrido) y la segunda opción es un fly & drive, esta opción te da la posibilidad de ir a tu aire con más libertad para parar en los sitios según tus necesidades.
Para cualquier conculta sobre precios puedes escribirnos a es_viajes_online@carrefour.com
Un saludo