Belize (Belice en castellano) es un oasis de cultura maya, naturaleza mística y un mundo submarino sin comparación. Belice se encuentra en el cinturón de América. Es un país independiente desde que hace unos 50 años se liberara de la soberanía británica.
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Los españoles también dejamos nuestra huella, de hecho más de la mitad de sus 400.000 habitantes hablan nuestro idioma, aunque la lengua oficial es el inglés. La capital es Belmopán y la ciudad más popular es la Ciudad de Belice.
Todavía lejos de la superpoblación de cadenas hoteleras y visitantes que buscan un verano infinito, Belice es un territorio geográfico privilegiado. Al este de Guatemala y al sur de México, este país de naturaleza desbocada esquiva las rutas turísticas más habituales y guarda con recelo mil y un secretos.
Qué hacer en Belize: ruta
¿Quieres saber cuál es nuestra ruta? Sígueme a través de los 5 sitios TOP de Belice:
Era finales de noviembre, pero los más de treinta grados de calor y una gran humedad en el ambiente nos aseguraban volver morenos a casa para las vacaciones de Navidad. Accedimos a Belice a través de la frontera con Guatemala en Melchor de Mencos. Tuvimos que esperar una breve cola con más viajeros y gente del país que quería pasar al otro lado, españoles y mexicanos no pagamos visado. Aprovechamos el parón para cambiar dinero, los dólares de Belice valen lo mismo que los dólares americanos.
Habíamos contratado el coche que Viajes Carrefour nos había ofrecido para hacer las primeras paradas del viaje. Lo primero que queríamos hacer era descubrir unas de las ruinas mayas más sobrecogedoras del país. Pusimos rumbo a Lamanai.
LAMANAI – RUINAS MAYAS TOP
Las ruinas mayas de este país son las menos conocidas, pero unas de las mejor conservadas en América central.
Condujimos unas cuatro horas desde Melchor de Mencos hasta nuestro primer destino. Las carreteras cada vez eran más precarias, hasta convertirse en caminos de tierra. Hay opciones más cómodas donde combinar transporte público con lancha desde la ciudad de Belice, pero no queríamos perder un minuto de nuestro viaje.
Por fin llegamos a la entrada. En el distrito Orange Walk, en medio de la selva y en la orilla bañada por el llamado Río Nuevo se encuentran los templos de Lamanai (cocodrilo sumergido).
Este enclave fue muy importante en la historia maya hace más de 2.500 años. En los 70 se impulsaron los trabajos de excavación y los tres principales templos vieron la luz: el Templo de Jaguar, el Templo de las Máscaras y el Castillo.
El templo del Jaguar es el primero que nos encontramos a nuestro paso. Bajo un sol de justicia y una banda sonora interpretada por los monos aulladores de la jungla, encontramos esta estructura piramidal típica de piedra blanca.
Muy pocos turistas se dejaban ver a nuestro paso y tuvimos prácticamente para nosotros solos esta maravilla de la cultura maya. En la explanada contigua también encontramos los restos de una cancha del sagrado juego de la pelota, similar al que se encuentra en las pirámides mexicanas de Chichen Itzá.
Continuamos la ruta y encontramos el templo más alto, el Castillo, de una altura de un edificio de 5 plantas. Al contrario que en las famosas ruinas de México, aquí sí puedes subir a través de los escalones desiguales hasta lo más alto (ayudado de una cuerda) para ver el cielo de la jungla en todo su esplendor.
La última parada fue mi favorita, el Templo de las Máscaras, que tiene talladas dos enormes máscaras de piedra a ambos ladis de la escalinata central.
Fue día de cruzar fronteras, recorrer carreteras impracticables y descubrir tesoros mayas: perfecto para abrir el apetito. Cenamos arroz con frijoles cocinados con leche y coco, y plátano frito de postre. Energía asegurada para el desafío del día siguiente, descubrir las cuevas ancestrales en el corazón de la jungla como la ATM, donde se celebraban rituales en los que sacrificaban a personas como ofrenda para sus dioses y dejaron restos humanos como prueba para la eternidad.
CUEVA ATM ‘Actun Tunichil Muknal’*
Como de costumbre, madrugón. Cogimos el coche rumbo a San Ignacio, y tras atravesar autopistas, carreteras secundarias, caminos de tierra y ver transformarse el paisaje de civilización en naturaleza salvaje, nos adentramos en la reserva natural Tapir Mountain.
Por fin llegamos al aparcamiento de la cueva Actun Tunichil Muknal, también conocida como la Cueva del Sepulcro de Piedra. Este lugar fue clasificado por National Geographic Society como una de las diez mejores cuevas del mundo.
Varios coches 4X4 con logotipos de diferentes empresas de aventuras habían aparcado en el mismo parking, no íbamos a estar solos.
Abandonamos nuestro vehículo y nos encontramos con un entorno completamente natural. Sólo el empedrado sobre el que descansaban los coches y un pequeño porche de piedra y madera rompían la armonía de un prehistórico paisaje.
A los pocos minutos apareció para recogernos William, nuestro joven guía. No está permitido entrar a la cueva sin un experto cualificado.
Para trazar el recorrido entero hay que estar bien preparado físicamente. El día anterior, sin ir más lejos, un visitante perdió la vida por un paro cardíaco. No iba a ser un paseo cualquiera.
Comenzamos nuestra caminata hacia la gruta. Estuvimos alrededor de 45 minutos atravesando varios ríos que nos llegaban por la cintura y avanzando sobre barro y hierba indomable hasta que una garganta imponente nos cortó el camino.
Era una puerta de unos tres metros de altura y un pequeño pasadizo se tragaba el río hacia una oscuridad absoluta. Habíamos llegado al comienzo de lo que los mayas llamaban ‘Xibalba’ (inframundo).
Nos colocamos el caso, el chaleco y encendimos nuestras linternas mientras nos sumergíamos para adentrarnos en la gruta.
Dentro de la cueva caminamos a través de un pasadizo de varios kilómetros que por momentos era angosto y casi no cabía nuestro cuerpo, y otros era amplio y tenía cámaras donde varias estalactitas y estalagmitas decoraban el lugar. Siempre era absolutamente oscuro.
Al llegar al final del trayecto, encontramos varios instrumentos de cerámica que hablaban del paso de los mayas hace muchos, muchos años.
También había armas rudimentarias y lo que más llamaba la atención eran los restos humanos frutos del sacrificio de una mujer maya conocida como la ‘Doncella de Cristal’.
*Los vídeos y fotografías que tomé fueron gracias a un permiso especial, y aún así no pude grabar todo lo que me hubiera gustado. Por lo general, está prohibido usar cámaras porque hace años, a varios turistas se les cayeron las cámaras sobre las reliquias y causaron destrozos irreversibles en los restos mayas.
CARACOL
Salimos a tiempo del inframundo para conocer el otro enclave de ruinas mayas mejor conservado de Belice, las ruinas llamadas de Caracol. El centro cerraba a las 17:00h, así que teníamos tiempo suficiente para explorarlo antes de que cerrara.
Caracol estaba relativamente cerca de ATM, a menos de 100 km, pero por el estado precario de las carreteras tardamos casi 3 horas en llegar en coche.
Llegar hasta allí, en sí ya es una aventura. Según nos aproximábamos por la carretera sin pavimentar, cruzamos varios checkpoints de los militares, pero todos fueron amables y nos indicaban cómo llegar a nuestro destino.
Caracol es un complejo con miles y miles de edificios mayas ocultos bajo el espesor de la jungla en una extensión de prácticamente 150 km cuadrados.
Se descubrieron hace aproximadamente 80 años, pero a pesar de su vasta dimensión, son las grandes desconocidas. Todavía hace falta mucha inversión para sacar a la luz todo su esplendor, pero con sólo pasear entre los restos descubiertos es fácil imaginar cómo fueron hace miles de años.
La jungla comiendo terreno a la historia, los restos de nuestros antepasados americanos que se resisten a desaparecer… Las ruinas de Caracol consiguen transportar al viajero a los tiempos mayas.
Sobre la verde y salvaje hierba de la jungla, bajo un calor incesante y siempre con los aullidos de los monos más ruidosos de su especie, nos adentramos a un viaje para los sentidos: esculturas, plazas, estructuras mayas y hasta un observatorio astronómico, (similar también al que se puede visitar en Chichén Itzá). La joya de la corona era una pirámide de 140 metros de altura que supone el sitio arqueológico más grande de Belice.
ISLAS DE DISEÑO
Belice también puede presumir de ese tipo de cayos que cuando los ves dices: ‘Wow!’
Más allá de la costa, salpican el horizonte decenas de islas de arena blanca y palmeras que contornean su tronco al son de la brisa caribeña. Cayo Caulker sirve de referencia para visitar el resto de cayos y hacer decenas de actividades que combinan playa y aventura.
Para no variar la rutina, nos despertamos antes del alba. Estábamos surtidos de ruinas mayas y cavernas místicas y queríamos disfrutar de un trocito de lo que todos conocemos como paraíso.
Pusimos rumbo a Ciudad de Belice, un puñadito de horas más mientras amanecía y dejamos el coche en el puerto. El siguiente paso era subirnos a un ferri con destino Cayo Caulker, la isla más famosa de todo el país. Una hora más disfrutando sobre el mar y por fin desembarcamos, era momento de relajarse.
Viajes Carrefour nos había reservado uno de los muchos alojamientos playeros a primera línea del Caribe. Te aconsejo que reserves con antelación porque los precios son caros y los hoteles limitados.
Cayo Caulker es una pequeña pero muy popular isla a poco más de 30 km de Ciudad de Belice. Mide menos de 10.000 m de longitud y los únicos vehículos a motor son los característicos carritos de golf.
Nada más dejar las maletas, salimos a descubrir las calles y los secretos de Cayo Caulker. Encontramos varios restaurantes con una gran oferta de comida de todo tipo, desde española ¡hasta tailandesa!
Las calles estaban precariamente asfaltadas, la gente caminaba sin mucha prisa y el ambiente reggae completaba una atmósfera post Bob Marley al estilo jamaicano.
En el centro de la ciudad nos costó encontrar un cajero automático dentro de un edificio gubernamental.
Casi todas las casas que encontramos estaban pintadas de colores vivos y alegres, había algunas canchas precarias de fútbol y basket y todas las personas con las que nos encontramos nos regalaban alguna sonrisa.
La zona norte fue arrasada por un gran huracán y hoy en día es un enorme manglar con varias casas sobre diques, playas artificiales y restaurantes en el mar construidos sobre plataformas. Para llegar a ella hay una barca que acerca a la gente gratis de un lado a otro.
Nosotros quisimos visitarla porque nos habían asegurado que en él hacían la mejor comida de la isla, y damos fe que era así.
BUCEO
No hay que olvidar que las aguas de Belice bañan la segunda barrera de coral más grande del planeta, pero es la primera si hablamos en términos de conservación. Tiburones, mantarrayas, tortugas gigantes, olas color esmeralda, estrellas de mar enormes del tamaño de una pizza familiar… ¿Necesitas más? Es uno de los mejores destinos para bucear, así que contratamos una excursión al día siguiente para descubrir el fondo marino: modo snorkel ON.
Nos citamos temprano con nuestro nuevo guía y fuimos a descubrir lo que escondían las olas:
No muy lejos de la costa, incluso a veces podíamos adivinarla desde el bote, nos sumergimos y descubrimos decenas, cientos, de mantarrayas alrededor de la barca. Algunas enterradas en la arena, otras nadando ajenas a nuestro paso.
Tortugas marinas, tiburones nodriza, el coral más colorido que he visto nunca…
y hasta un pequeño pecio hundido.
Si conseguimos disfrutar así sólo con nuestras gafas y el tubo, ¡¿qué no podríamos ver con botella y neopreno?!
GREAT BLUE HOLE
Queríamos terminar con lo mejor, un cráter perfecto único en el mundo, de casi un km de diámetro y una profundidad infinita en medio de un mar paradisíaco. Ya os hablé de este maravilloso lugar en el blog, échale un vistazo y disfruta conmigo.
Belice es un secreto y así tiene que seguir siendo. Es un país alejado de los focos y reservado para los más intrépidos.
Si quieres aventura, ruinas legendarias, naturaleza absorbente y un fondo marino privilegiado, te aconsejo que pongas rumbo a Belice y des rienda suelta a tus sentidos. No te vas a arrepentir.
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