Hungría: Budapest y Praga
- Duración
- 8 días
- Tipo de circuito
- Circuito
Esta deliciosa aventura comienza en Budapest, una ciudad bañada por el Danubio, cuyo inolvidable Puente de las Cadenas une las tradicionales ciudades de Buda y de Pest. En Buda, su bastión de los pescadores y el colosal Castillo de Buda, que podrás ver desde cualquier punto de la ciudad. En Pest, los balnearios, el mercado y los monumentos barrocos y art-decó. Más allá de las visitas obligadas, la capital húngara ofrece mil y un rinconcitos que no aparecen en las guías de viaje y que, sin embargo, constituyen la Budapest auténtica, con sus lugareños jugando al ajedrez, sus balnearios centenarios que aún están en pleno uso, sus monumentales avenidas y bulevares, sus áreas de shopping, sus restaurantes que ofrecen deliciosos platos a buen precio, su mercado de abastos central con su ambiente y sus docenas de puestecitos, y sus plazas y lugares de reuniones. El ambiente nocturno, las goulash-party y una amplísima oferta de ocio para todos los gustos la han convertido en los últimos años en un destino óptimo para la gente joven.
“Dos países con una cultura gastronómica envidiable. La cocina checa y la húngara han sabido fundir en sus menús las tradiciones culinarias de diferentes pueblos, que han influido en su historia y en su paladar”
Los art-lovers, los foddies, los aficionados al shopping y los amantes de la historia o de los lugares románticos, encontrarán en este precioso viaje inolvidables rincones donde perder la noción del espacio y del tiempo. Previo paso por los colosales Cárpatos y tras hacer una parada en Bratislava, seguiremos la aventura en Praga. La capital de la República Checa está bañada por el serpenteante río Modava, el Puente de Carlos conecta el barrio antiguo con la parte más moderna de la ciudad, y el castillo de Praga preside el centro antiguo de la ciudad. Sin embargo, aquí te resultará más complicado olvidarte de la hora, ya que el Reloj Astronómico te recordará en todo momento el pasar del tiempo. Al igual que en Budapest, Praga invita al viajero a perderse entre sus restaurantitos tradicionales, zambulléndote entre las alternativas culinarias que, sin duda, no defraudan y siempre dejan con ganas de querer probar más.
Vive experiencias únicas
El Castillo de Buda, también conocido como Palacio Real, es uno de los edificios más singulares y reconocibles de la ciudad de Budapest. Esta fortificación, que se creó con objetivos defensivos, ha sufrido numerosas remodelaciones y reconstrucciones, fruto de la agitada historia de este país. Los cimientos datan del siglo XIII y se erige en la colina donde se fundó la ciudad de Buda. Cuenta con una altura de casi 50 metros que, con gran majestuosidad, vigila el transcurrir del Danubio. Su posición estratégica lo convierte hoy en día en un mirador excepcional donde realizar preciosas instantáneas de Budapest. El castillo acoge además el Museo de Historia de Budapest y la Galería Nacional. ¡No te lo puedes perder!
El Castillo cuenta con una compleja red de cuevas y túneles naturales, el laberinto del Castillo de Buda, que de forma natural se han formado debido a la acción del agua caliente del manantial que corría sobre la roca calcárea de la colina en la que se ubica el castillo. La red tiene 4 kilómetros de largo, aunque solo puede visitar una cuarta parte de las instalaciones. Estos pasadizos y celdas han servido para numerosos propósitos históricamente, desde vinoteca hasta refugio y hospital durante la Segunda Guerra Mundial.
Intenta llegar arriba antes de mediodía, porque justamente a esa hora comienza el Cambio de Guardia del Palacio Real. Es un espectáculo protocolario que lleva ejecutándose con rigurosa precisión desde hace décadas. No dura mucho y merece mucho la pena.
Para llegar al Castillo podrás acceder desde el funicular que permite disfrutar de una preciosa panorámica de la ciudad. La bajada del castillo se puede realizar paseando hasta acceder al puente de las cadenas. No está permitido llegar en coche.
La tradición gastronómica de Hungría tiene un lugar de reunión en la lonja de abastos más grande de la ciudad: el mercado central. Es un amplio local con tres plantas: en las dos primeras, los olores de carnes y embutidos frutos secos, frutas, verduras, productos de panadería y dulces, se funde con el de la tradicional paprika húngara, una variedad del pimentón dulce, presente en gran parte de los platos nacionales.
Si no sabes que llevar de souvenir a tus familiares y amigos, esta es una excelente opción. Encontrarás diversas formas de llevar la paprika: en saquitos y cajas de todos los tamaños y presentaciones posibles. Pero vamos a lo que vinimos, no te puedes ir del mercado sin haber pecado en la tercera planta, donde un sinfín de puestos te ofrece una inabarcable oferta culinaria. La auténtica cocina local del mercado compite, en su simplicidad, calidad, y buen precio, con restaurantes de precios prohibitivos. Así que, asegúrate de que, el día que vas al Mercado Central, no has picado nada entre horas, para llegar con mucha hambre.
El mercado se llena. Perdón, corrijo… se llena hasta el punto de tener que hacer colas interminables para pedir comida en cualquier puestecito. Si vas un sábado, asegúrate de comer muy pronto. Es posible que, además de tener que esperar un montón, algún plato se haya acabado.
Se te va a hacer la boca agua. Los menús húngaros una mezcla picantona de influencias judías, germanas y rusas. En general, se podría decir que las salchichas, la ternera y la paprika son la base de todo. Si no sabes qué pedir, puedes empezar por los básicos: unas salchichas rojas con patatas y una sopita de goulash (carne, verduras y pimentón). Los guisos, las pizzas húngaras o las berenjenas rellenas no pueden para los gastro-lovers más auténticos.
Es imposible llegar a la Casa Danzante y no pararse durante unos minutos para intentar encontrarle la lógica. Después de haber visitado el casco histórico de Praga y de cruzar el monumental Puente Jiráskuv, parece como si la realidad se distorsionase, como si hubieras tomado una copita de más, como si de un espejismo se tratase… Las fachadas se contonean y las ventanas de desalinean. Perfecto, no te preocupes, no necesitas medicación; estás frente a la Casa Danzante de Praga, una explosión deconstructivista en medio de multitud de edificios barrocos, Art-Nouveau y modernistas, iglesias antiguas y puentes medievales.
Su construcción, no exenta de polémica, estuvo en manos de Frank Gehry y Vlado Milunic. Después de la II Guerra Mundial, la mansión señorial que ocupaba este enclave quedó arrasado por los bombardeos y no fue hasta finales de los años 90, que la Casa Danzante comenzó a ver la luz. Hoy en día, es uno de los lugares más modernos y emblemáticos de la ciudad, ocupada por oficinas que no están abiertas al público. Sin embargo, puedes acceder al restaurante Ginger&Fred, que, desde las dos últimas plantas del edificio, ofrece unas excelentes vistas sobre el río Moldava y los alrededores del barrio Malá Strana. El restaurante en sí, su diseño y su carta que utiliza productos de temporada de extraordinaria calidad, están muy en sintonía con el edificio que lo alberga: contemporáneo, elegante, romántico, innovador, a la par que de un gusto exquisito. En realidad, la Casa Danzante está compuesta por dos edificios que parecen entrelazarse: una torre de cristal con silueta irregular, retando todas las reglas de la física, y un edificio más convencional cuya particularidad es que las ventanas no están alineadas.
En ocasiones, la Casa Danzante es también llamada Fred and Ginger, en honor a dos populares bailarines de los años 30 y 40 de Hollywood. Los arquitectos, Gehry y Milunic comenzaron a referirse al edificio así, entre broma y broma, y finalmente, hoy es denominado indiferentemente como Casa Danzante o “Fred y Ginger”. Fred Astaire y Ginger Rogers fue una icónica pareja de bailarines de musicales, que protagonizaron 10 películas en blanco y negro que, para la época, fueron absolutos éxitos de taquilla.
Como se suele decir, la historia la escriben los vencedores. Por eso, para obtener una visión más amplia de los sucesos de una época determinada, conviene acercarse a los museos y archivos especializados. Como bien sabes, el comunismo cinceló, a golpe de ideales y utopías, una época imborrable de la historia del país. Entre la implantación del modelo político, a finales de los años 40, hasta la convulsa Revolución del Terciopelo, en el 89, se extienden más de 40 años de censura, control y propaganda.
Tanto si eres un devoto amante de la Historia (con mayúsculas) o si eres un simple aficionado oportunista en tus viajes, no puedes dejar de visitar este perfectamente recreado y cuidado museo. Piérdete entre las reconstrucciones de la escuela y las casas, los objetos auténticos, documentos, fotografías, e instalaciones reales, y valora por ti mismo cómo debieron ser esos años para los ciudadanos de Praga. Las placas informativas están traducidas al castellano, por lo que no vas a tener ninguna complicación para salir muy bien documentado sobre cómo fue la vida política, social y cotidiana durante aquellos años. Es un museo tan recomendable como esquivo a simple vista, ya que está en la primera planta de un edificio, al que se accede por el callejón del popular Casino Palace Savarin.
Aunque te parezca increíble, el Museo del Comunismo de Praga es el único de la ciudad exclusivamente dedicado a analizar, desglosar y reproducir el sistema que definió la vida pública y privada de los checos durante más de 40 años. Su recorrido está perfectamente estructurado, para su mejor comprensión, a lo largo de diversas salas, cuyos temas son: “los orígenes”, “el sueño del comunismo”, “la pesadilla”, “la realidad” y “la Revolución del Terciopelo”. Al final, hay una sala de cine, donde suele haber un interesantísimo programa de películas y documentales de la época. Y, por supuesto, para no dejar nada a medias, también hay una sección dedicada a la propaganda del régimen, la policía secreta, los métodos de censura y métodos de interrogación. Sin duda, este museo, no te va a dejar indiferente.
Imagínate qué auténtico: el museo exhibe las estatuas originales de Marx y Lenin, que, durante el régimen comunista, ocuparon un lugar público, en las calles de Praga. Con la llegada del régimen democrático, dichas estatuas fueron retiradas de la escena pública.
Prepárate, viajero, para una de esas edificaciones que rompe moldes. Por sus dimensiones descomunales, por su increíble cantidad de estancias, por la extensión de sus jardines o por la suntuosidad de su decoración. El castillo de Praga te dejará totalmente sin palabras. ¿Sabías que se encuentra en el Libro Guinness de los récords? Con una superficie equivalente a siete campos de fútbol, cuando te encuentres ante él entenderás que sea el castillo más grande del mundo y el lugar más visitado del país. El complejo alberga, entre otras edificaciones, una catedral, una basílica, un palacio real y un convento.
El castillo de Praga, fundado en el siglo IX en una colina sobre el río Moldava, es toda una mezcla de estilos arquitectónicos que te trasladarán a diferentes épocas a la vez. Recorre los patios y jardines, la basílica de San Jorge y, sobre todo, no te pierdas la catedral de San Vito, una verdadera joya. Su impresionante interior guarda, como no podía ser de otra forma, uno de los objetos de plata más grandes del mundo: la tumba de San Juan Nepomuceno, construida en 1736 con 200 kilos de plata maciza. Te sorprenderá también la coqueta capilla que guarda los restos del patrón, San Wenceslao. No te vayas sin pasear por el Callejón de Oro, en los muros del complejo. Se trata de una de las callecitas más pintorescas de la ciudad, con sus casitas de colores construidas en el siglo XVI para albergar a los 24 guardianes de la fortaleza. Un siglo más tarde, las casas fueron habitadas por orfebres y de ahí viene su nombre.
El acceso al castillo es gratuito, aunque para visitar los edificios y exposiciones hay que comprar entrada. Ten en cuenta que las oficinas de compra de tickets están en la parte oeste, si empiezas la visita por este lado no darás vuelta en vano. Para visitar todos los edificios y exposiciones necesitarás casi un día entero, si no lo tienes, es aconsejable que selecciones los lugares a visitar antes de llegar.
Cuando visites el Callejón de Oro, busca la casa número 22. Allí residió el escritor Franz Kafka, entre 1916 y 1917, ya que por aquel entonces era un lugar muy asequible para vivir. El castillo ofrece muchos lugares para visitar pero nosotros te proponemos disfrutar de una preciosa vista de todo el complejo desde lejos: admíralo al anochecer desde el otro lado del río Moldava. ¡Una delicia!
No solo de cerveza viven los checos. Aunque la República Checa se ha hecho famosa por la dorada bebida, también tiene una gastronomía digna de ser explorada. Eso sí, no esperes platos ligeritos, sino más bien todo lo contrario.
La sopa más tradicional de la República Checa es la kulajda, hecha con patata, champiñones, eneldo, vinagre y un huevo pochado. Te encantará la del Café Imperial. Entrando en los segundos platos, hay mucha competencia para erigirse en clásico básico de la gastronomía del país. Te sugerimos dos: el svickova y el pato asado. El svickova es un corte de carne de ternera en el que se introducen trocitos de panceta. Se sirve con una salsa hecha a base de vegetales y con el típico panecillo checo (el knedliky). Es el típico plato que se come en familia los domingos y es sencillamente delicioso. Somos muy fans del de Na Pekarne, aunque está a las afueras de Praga. Tampoco desmerece el svickova de U Medvidku y de Klasterni Pivovar. Y por supuesto, está el muslo de pato asado, que puede considerarse un icono nacional. Se sirve con chucrut y panecillos checos. Si está bien hecho es jugoso y tierno, y se desmenuza nada más hincar el tenedor. Te gustará mucho el de U Bansethu y el de U Modre Kachnicky. Y por último, algo dulce. No puedes irte sin probar los buchty, unos bollos de masa de levadura, muy tiernos y suaves. Los checos los comen en cualquier momento, para desayunar, como tentempié a media mañana o para merendar por la tarde. Encontrarás un buchty en cualquier pastelería, pero los de Bistro 8 nunca defraudan. ¡A disfrutar!
La Praga del siglo XVIII era una ciudad cosmopolita y absolutamente cultural, mucho más abierta a las nuevas tendencias que otras capitales europeas. Fue aquí donde el avanzado Wolfgang Amadeus Mozart encontró la libertad que necesitaba para crear que no pudo encontrar en la entonces encorsetada Viena.
En sus muchas visitas a la ciudad, Mozart se hospedó en Villa Bertramka, la preciosa residencia de los Dusek, y que hoy, convertida en un museo dedicado al compositor, te encantará visitar. En casa de los Dusek, Mozart reconoció haber pasado los días más felices de su vida. Allí acabó su famosa ópera buffa “Don Giovanni” el día antes de su estreno y también compuso su mejor aria, “Bella mia fiamma”. Villa Bertramka, en el distrito de Smíchov, expone desde 2012 objetos muy personales de Mozart, como el clavicordio que solía tocar el músico. Continúa el recorrido en el Klementinum y descubre los órganos de la Capilla de los Espejos que el artista tocó habitualmente, así como los de la iglesia de San Nicolás, en la plaza de Mala Strana, donde su amiga Josefina Dusek interpretaría el Réquiem tras su muerte en 1791. No te pierdas tampoco el monasterio de Strahov. Aquí, el célebre músico improvisó una sonata en el órgano de arriba, en la galería occidental. Los monjes, impresionados ante tal destreza, transcribieron su impromptu.
Se dice que Josefina Dusek, su anfitriona en Praga y, además, una famosa cantante, encerró a Mozart en una estancia de Villa Bertramka con la exigencia de que creara una pieza exclusiva sobre ella. El resultado fue precisamente el aria “Bella mía Fiamma”.
El estreno de “Don Giovanni” en Praga en 1787 tuvo tanto éxito que desde entonces apenas ha dejado de representarse en la ciudad. Aprovecha para disfrutar de esta comedia en el Teatro Estatal, precisamente donde se dio a conocer por primera vez, ¡una joya para melómanos y artlovers! También te gustarán los conciertos de música que frecuentemente se ofrecen en el salón de conciertos o en los jardines de Villa Bertramka.
Si algo no se les puede negar a los checos es que entienden de cerveza. No solamente porque ocupen los primeros puestos de la clasificación mundial de bebedores de cerveza, sino porque saben cómo fabricarla.
Lo podrás comprobar en tu visita a Ceske Budejovice, lugar de origen de la Budweiser, una de las mejores cervezas del mundo. No la confundas con la marca estadounidense, creada en el siglo XIX casi como un homenaje a la original, pero que acabó chocando comercialmente con esta. De hecho, la americana derivó hacia una cerveza más comercial y económica de producir, mientras que la checa mantiene toda la elaboración –y el coste- tradicionales. La fábrica Budvar produce cerveza desde el siglo XIX siguiendo una tradición de más de 700 años. Desde 1967 es propiedad del Estado checo y se puede visitar en un tour guiado. Si no tienes tiempo, no te preocupes. La cerveza es un culto en Ceske Budejovice, así que prácticamente cualquier cervecería de la ciudad es una buena opción para catar alguna de las variedades locales.
Descubre el itinerario
- Cena.
- Budapest
- Desayuno. Almuerzo.
- Budapest
- Desayuno
- Budapest
- Desayuno.
- Brno
- Praga
- Desayuno. Almuerzo.
- Praga
- Visita panorámica de Praga
- Desayuno.
- Praga
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- Praga
- Desayuno
- Praga
Conoce un poco más de Hungría y República Checa
República Checa
La cocina checa se inspira en la alemana y la austríaca, que se fundamenta en el trigo, las legumbres, las patatas y la carne. El plato nacional es el cerdo asado con pasta y col, aunque existen dos formas de prepararlo: al estilo de Bohemia, con col ácida, y con col más dulce como se prefiere en Moravia. El lomo marinado es otro clásico; consiste en especie de roast beef acompañado con una crema de arándanos y rodajas de limón. Una comida bohemia arranca con un aguardiente frío y unos entremeses. La sopa es obligatoria al mediodía y suele llevar trozos de carne. El pescado y el postre no son muy habituales.
Hungría
La gastronomía húngara se basa en tres especialidades: las deliciosas sopas, los contundentes estofados y los excelentes dulces. Muchos de sus platos típicos están basados en el color rojo de la paprika, uno de los productos nacionales más valorados por los turistas. Tampoco suele faltar la cebolla, el ajo y el comino. El primer plato siempre es una sopa: la más habitual es el gulyás, hecha a base de trocitos de carne de vaca o carnero con cebolla, paprika, comino y ajo. En verano, son habituales las sopas frías de frutas frescas y nata dulce, como la meggyleves (sopa de guindas). Entre los platos de carne destaca el pörkölt, un guiso parecido a lo que fuera de Hungría se conoce como gulash, o las töltöttkáposzta, unas alcachofas rellenas de carne picada y arroz. Entre los platos de pescado, el más conocido es la halaszlé, una sabrosa sopa de pescado. Entre los postres, una de las especialidades de la cocina húngara, cabe destacar que los hay salados y dulces.
República Checa
Cualquier souvenir o recuerdo te hará recordar este precioso destino que es la República Checa pero si quieres regalar un objeto representativo deberás hacerte con una de las tradicionales marionetas -el teatro de títeres es popular en tierras checas desde el siglo XVII- o con una joya de granate checo (con su singular color rojizo) que hará sentir a su destinatario como uno de los reyes y nobles del medievo que portaban estas piedras semipreciosas. Para los sibaritas hay muchas opciones, entre ellas, comprar las riquísimas obleas de Karlovy Vary rellenas de dulce que se pueden comprar aún calientes (se venden empaquetadas para regalar); el becherovka, la tradicional bebida de Karlovy Vary que mezcla alcohol, azúcar natural y una mezcla de 32 hierbas y especias que le confiere ese característico sabor amargo; un buen vino de Bohemia o Moravia; o simplemente una clásica (y económica) cerveza, como la Pilsner Urquell o Budvar. Otro acierto seguro será obsequiar con un objeto del tradicional cristal de Bohemia. Si no tienes sitio en la maleta, muchas tiendas te lo enviarán a casa por correo.
Hungría
En Hungría es típica la artesanía de bordados, donde destacan las de Mezõkövesd, Hollókõ y Kalocsa, y las cerámicas, de las que hay varios tipos dependiendo de la región. Sobresale la cerámica negra de Nádudvar, que no lleva esmalte, está cocida en hornos de humo y lleva decoraciones de pájaros y flores. También son tradicionales los artículos de madera policromada, como por ejemplo juguetes; la cestería y las porcelanas, entre las que destacan las producidas en Zsolnay y Herend. Otra de las compras más habituales para llevarse de vuelta a casa son las almohadas y los artículos de brocante y, por supuesto, los recuerdos gastronómicos, como el foie, la paprika, los embutidos y el vino.
República Checa
•1 de enero- Día de la Restauración del Estado Checo Independiente y Año Nuevo •Viernes Santo •Lunes de Pascua •1 de mayo Día del Trabajador •8 de mayo- Día de la Victoria. Día de la Liberación del Fascismo •5 de julio- Día de los apóstoles eslavos San Cirilo y San Metodio •6 de julio- Día de la muerte en la hoguera del maestro Jan Hus •28 de septiembre- Día del Estado Checo •28 de octubre- Día de la Fundación del Estado Checoslovaco Independiente •17 de noviembre – Día de la Lucha por la Libertad y la Democracia •24 de diciembre- Nochebuena •25 de diciembre– Primer Día de Navidad •26 de diciembre– Segundo Día de NavidadHungría
•1 de enero: Año Nuevo. •15 de marzo: Día Nacional en conmemoración de la revolución de 1848-1849. •Pascua: Domingo de Resurrección y Lunes de Pascua. •1 de mayo: Día del trabajador. •Domingo y Lunes de Pentecostés. •20 de agosto: Fiesta Nacional de la fundación del Estado húngaro (Fiesta de San Esteban). •23 de octubre: Día Nacional en conmemoración de la revolución en 1956. •1 de noviembre: Día de Todos los Santos. •25 y 26 de diciembre: NavidadLos cajeros automáticos se encuentran sin problemas por todos los países y aceptan tarjetas de crédito de uso más común (Visa, MasterCard, Maestro, Cirrus, American Express, etc.). También en la mayoría de los establecimientos, restaurantes y hoteles suelen permitir el pago con tarjetas de crédito y débito. En zonas rurales o enclaves especialmente pequeños, es aconsejable disponer de dinero en efectivo. Recuerde que para alquilar un coche se necesita presentar siempre una tarjeta de crédito en vigor.
Para evitar problemas desagradables, lo mejor es apuntar en un papel o en el móvil los teléfonos de las entidades emisoras de tus tarjetas de crédito. Así, si se da el caso de que pierdas o te roben alguna, podrás llamar inmediatamente a tu banco y pedir que la bloqueen.
No hay ninguna vacuna que sea necesaria. Antes de realizar el viaje, se recomienda contratar un seguro privado. Los ciudadanos de la Unión Europea que dispongan de la Tarjeta Sanitaria Europea (TSE) expedida por las autoridades sanitarias de cada país tienen derecho a una asistencia médica imprescindible, y la compañía de seguros no pagará el coste que supere el límite de esta asistencia imprescindible. Si el viajero debe ir al hospital, se recomienda acudir siempre con el pasaporte, la Tarjeta Sanitaria Europea (TSE) y las tarjetas de crédito. Si necesita más información puede ponerse en contacto con los servicios de la Seguridad Social o seguro médico privado de su país. Si requiere viajar o comprar algún medicamento, intente viajar siempre con el embalaje y la receta original expedida por su médico.
Los extranjeros quizá tengan que pagar por adelantado algún tratamiento médico que, posteriormente, les reembolsaran su compañía sanitaria ya sea pública o privada. Para ello, es necesario guardar toda la documentación y facturas originales.
República Checa
El clima está condicionado por la posición geográfica del país. Al estar enclavado por barreras montañosas, tiene un carácter continental, aunque en la zona oeste es más moderado. Las estaciones están muy marcadas en la República Checa. La primavera suele ser fría con apenas diez grados centígrados hasta finales de mayo. Los veranos son bastante calurosos, con temperaturas medias de 17 grados centígrados, que se prolongan en agradables otoños. En septiembre aún hay clima caliente pero en octubre suelen bajar a 10 grados centígrados por las lluvias y las primeras heladas. El invierno ocupa prácticamente desde diciembre a febrero con temperaturas por debajo de cero.
Hungría
El tiempo en Hungría es variable como consecuencia de la situación geográfica del país, colocado en el punto de encuentro de los climas continental euro-oriental, del oceánico euro-occidental y del subtrópico mediterráneo. Lo normal es que en invierno haga mucho frío y haya pocas horas de luz, mientras que en verano es habitual el calor intenso, con máximas por encima de los 30 grados e incluso a veces alcanzando los 40. En esta época del año, amanece muy pronto –en torno a las cinco de la mañana- y anochece más pronto que en España –sobre las 20.30 horas-. Las precipitaciones son, en general, escasas y están concentradas sobre todo al final de la primavera y a principios del verano.