Sibiu, Brasov y Sighișoara. Descubre Transilvania a través de las inquietantes ventanas que parecen ojos. Un recorrido por las ciudades que te vigilan.
En Transilvania no hay vampiros. Pero no te preocupes y haz las maletas porque la leyenda está muy presente igualmente en la tierra de Drácula. Hay un descubrimiento real y asombroso en esta región de Rumanía: los tejados de los edificios tienen ojos. Sí, y te miran de forma que es cuanto menos inquietante. La atmósfera de película de miedo no termina con los ‘chupasangre’. Este fenómeno propio de un programa de Iker Jiménez es una sorpresa para los turistas que, sabiéndolo de antemano o no, se sorprenden a cada paso. Un hecho que tienen en común ciudades como Sibiu, Brasov y Sighișoara, además de estar todas en Transilvania y a los pies de los Cárpatos.
¿Por qué me están mirando?
Duda, sospecha, intimidación… es lo que sugiere la ‘mirada’ de los tejados de las ciudades de Transilvania. En realidad los ojos acechantes son ventanas que sobresalen de los tejados rojos, pero la forma en la que están diseñados es tan curiosa que es difícil que no te des cuenta según transitas por sus calles. El hueco de la ventana parece el globo ocular, mientras que el alero que lo cubre, el párpado. Esto, sumado a que tiene algo de caída y son estrechos, provoca el reflejo de una mirada realmente perturbadora.
Paseando por cualquiera de estas ciudades llama la atención la arquitectura de corte clásico europeo de las casas de influencia sajona y que están pintadas en diferentes tonos pastel (azul, rosa, amarillo…), pero lo que asombra es cuando subes la mirada. Como no suelen tener más de tres pisos de altura, no resulta difícil. Están ahí porque parte de la estructura de estas viviendas se esconde tras los extensos tejados a dos aguas, por eso es necesario que esas estancias interiores abuhardilladas tengan sus propias ventanas, por pequeñas que sean. La razón por la que parecen ‘vivas’ se desconoce. Algunas cubiertas tienen dos ‘ojos’, los más realistas, mientras que otros pueden llegar a tener hasta cinco o sólo uno.
Brasov, la ciudad de la Iglesia Negra
Como si de Hollywood se tratase, un enorme cártel en la colina nos anuncia que estamos en Brasov. Puedes verlo desde la plaza central de la ciudad, la Piața Sfatului (Plaza del Consejo), donde se celebran mercados semanales, existen restaurantes de gastronomía típica y puedes visitar la Catedral de Santa María (‘Mariakirchen’). Se la conoce como Iglesia Negra porque fue pasto de las llamas durante las invasiones austriacas de 1689 y su fachada quedó de un tono grisáceo permanente. Conoce sus fortificaciones medievales y transita por sus calles comerciales Mureșenilor y Republicii. Y si te gustan los deportes de invierno, la estación Poiana Brașov está a sólo una docena de kilómetros.
Sibiu, la más vigilada
A la izquierda, a la derecha, al fondo y detrás de ti. En Sibiu es casi imposible no percatarse del efecto de los tejados con ojos aunque también posee otros edificios más amigables, en especial los gubernamentales, de corte germánico sajón, que escapan a este efecto. Esta ciudad es centro económico y cultural de Transilvania, donde tuvieron lugar hitos históricos como la creación de la primera escuela, farmacia u hospital del país. Déjate perder por la Ciudad Alta y la Ciudad Baja, y siéntate en una terraza a admirar la vida desde su Plaza Grande (‘Piaţa Mare’) que aloja el barroco Palacio Brukenthal, uno de los muchos museos que encontrarás. También la Iglesia Jesuita y la Torre del Consejo, cuyo callejón comunica con la Plaza Pequeña (‘Piaţa Mică’) y el ‘Puente de los mentirosos’, que se vendrá abajo si al cruzarlo, dices una mentira. Ya se ocupan las casas cercanas de ‘vigilarte’ para que no lo hagas.
Sighișoara, ciudad natal de la leyenda
Mucho se conoce del conde Drácula desde que Bram Stoker le otorgara fama mundial. Su leyenda, obras, novelas, películas… Con el paso de los años se ha sabido también que la leyenda del señor de los vampiros se basaba en Vlad Tepes, que castigaba a sus enemigos de forma tan sangrienta que pasó a conocerse como Vlad el empalador. Fue en Sighișoara donde nació en 1431 y donde puedes visitar su casa natal, junto a la Torre del Reloj.
Dejando a un lago la leyenda, te encuentras ante una ciudad medieval fortificada perfectamente conservada, en especial su ciudadela, en cuyas calles se alternan casa de mil colores, casi todas con los curiosos tejados. Coge aire para subir la escalera cubierta que te lleva a lo alto de la colina, donde se encuentra el cementerio, digno de una película de miedo.